De 1994 a 2011, grandes diferencias

Debo admitir que al final del sexenio de Salinas de Gortari el tipo me convenció. Es más, creí que el país tenía la fortaleza financiera que habría permitido la recuperación del peso ante el dólar unos meses después del "error de diciembre". Un cardiólogo —con el cual el destino me ha hecho tener tratos cuando algún ser querido mío fallece— me comentó en apropiado tono irónico que él aún se encontraba esperando que el dólar bajara de precio, como pensé en diciembre de 1994 que sucedería. Pero estaba bien equivocado; había sido víctima del engaño de Salinas. Pero yo no estaba solo en la estupidez, me acompañaron todos los banqueros y proveedores de créditos que acabaron después «cobijados» bajo el extinto Fobaproa.

Pero hoy las cosas son muy diferentes a aquel diciembre de 1994. El país ha soportado, sin inmutarse, dos implacables crisis internacionales que dieron al traste con varias economías europeas. A México «le dio un catarrito» como dijo el voluminoso Carstens —siendo blanco de decenas de diatribas editoriales, que hoy deben ser indigestión de letras de sus autores.

Coldwell, el sustituto del extractor de recursos de Coahuila —el tal Moreira— llenó el recinto tricolor con elegantes y falsos emitidos verborreicos en contra de Calderón. Le exigió a Calderón que no se meta en asuntos electorales y menos use el combate contra el narco como tema. El cinismo de este sector de mexicanos es ultrajante, agresivo, insultante para los mexicanos que entienden la dignidad. Realmente, nos ofende.

Lo que no menciona Coldewell en su discurso, es la ingerencia abierta del crimen michoacano organizado en desplegados impresos y colgantes distribuidos por todo Michoacán, amenazando abiertamente a la ciudadanía de abstenerse de votar por los blanquiazules. Uno de los comunicados dice que se abstengan de usar camisas con leyendas favorables a Acción Nacional, pues «podrían se confundidos con sus bandas enemigas y ser sujetos de sus disparos». ¿A quién benefician esas mantas y desplegados? Es obvio de toda obviedad que el único beneficiario es el partido de Coldwell.

Casi en un gesto de desesperación, Calderón pide a la sociedad civil despertar y observar lo que está pasando. Es una petición de Calderón, el presidente de México, el que ha llevado al país a la reserva más sólida de toda su historia, el que ha logrado mantener la economía mexicana como si tuviera «un catarrito» en tanto que otras economías caen en pedazos (como la de México caía bajo el partido del Coldwell); Calderón, el que ha logrado mantener crecimiento modesto a pesar de lo poco atractivo que es México para la inversión internacional debido a leyes que el partido de Coldwell no ha querido aprobar —energéticos, laboral, educación, justicia, fiscal—; Calderón, el primero en cumplir con el combate al crimen organizado sin componendas y simulaciones; Calderón, el régimen que en forma escrupulosa ha respetado todos los resultados electorales, sin distinción o favoritismos.

Todos los errores de Calderón, sin excepción, han sido «políticos» o «de forma». Los mexicanos tenemos una suerte fatal, que solo favorece a un partido político; ese mismo que nos llevó a la ruina puntualmente cada sexenio durante el siglo 20 y que hoy «repunta» en las encuestas por la triste ignorancia de nuestro engañado pueblo. ¿Nos abandonó la «Virgen Morena»?

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