La tragedia de 100 siglos (Parte 1 de N)

Hace 100 siglos que nuestra especie comenzó a vivir haciendo agricultura y domesticación de animales —que hoy se llaman de patio, de corral, domésticos y cosas similares. Hace 100 siglos que comenzó un proceso de transformación cultural de la sexualidad de nuestra especie que no tendría posibilidad de darse en ninguna otra especie en el reino animal.

Pero, esperen: ¡sí se da esa transformación sexual en otras especies! ¿Ya adivinaste en cuáles? ¡En las abejas y en las hormigas! Claro que sí: en esas especies, en forma genética determinada e inamovible la función sexual queda impresa en los genes.

Las hormigas y las abejas tienen individuos que nacen con la función sexual que tendrán. Si no la necesitan, no la tienen. Nadie tiene que reprimir a las hormigas o a las abejas para que no se toqueteen, para que no coqueteen entre sí y cosas similares —que sí estamos vigilando todo el tiempo entre los seres humanos.

El tipo de mamífero o de especie que quisiéramos que el ser humano fuera —por lo menos durante estos 100 siglos, a partir de la agricultura— es un ser que: 1) nacería con cero instinto o interés en la sexualidad. Jamás se tocaría un genital: no le producirían ningún placer. 2) Seguiría así hasta que tenga un trabajo. 3) Al momento de tener un trabajo, le nacería —en forma automática y genéticamente determinada— el interés en personas del sexo opuesto que se encontraran con la misma posibilidad. Pero si encuentra una persona del sexo opuesto que no tiene trabajo, esa persona comenzará a generar hormonas sexuales al momento en que la persona que sí tiene trabajo se le acerque y le diga que le gusta para pareja. 4) En ese momento, ambas personas generarían en el cerebro una sustancia que sólo les permitiría sentir algún tipo de atractivo sexual entre ellos dos; todos los demás humanos les serían casi repulsivos para cualquier posibilidad de relación sexual. 5) Llegarían al acuerdo de reproducirse y solo los ovarios de ella y los testículos de él producirían células genéticas capaces de combinarse en un nuevo ser: esto sería parte de la programación del cerebro.

Con esos 5 pasos presentes en la especie humana, lo que la cultura occidental, la más tradicional de todas, la más extendida, promueve, sería perfecto: encuentras tu pareja, te casas, te reproduces y te mueres viendo tu prole feliz, sin problemas.

Pero eso jamás ha sido lo normal y sucede cada vez con menos frecuencia. Las parejas se divorcian; las parejas se traicionan. Los infantes se juegan los genitales antes de decir sus primeras palabras. Los adolescentes se masturban tan pronto como descubren el placer que obtienen en el orgasmo que ellos mismos se proporcionan. Jóvenes de ambos sexos se buscan, copulan, ellas se embarazan cuando no deberían y se casan cuando no es práctico. A todo ello, desde luego, habrá de agregarse la actividad homosexual de ambos géneros, sin consecuencias para la reproducción —no hay embarazos no deseados— pero con graves consecuencias comunitarias y familiares.

Todo eso sucede porque lo que la cultura quiere que hagamos no tiene nada qué ver con lo que nuestra natura dicta, presenta, mantiene, sostiene y estructura en nuestros equipos biológicos, también llamados "cuerpos".

No debemos confundirnos. Los problemas de este tipo no se presentan sino hasta que algún grupo o varios deciden aplicar el cultivo del campo y la domesticación de animales, en vez de vivir en la forma de recolección y cacería. De una forma en que lo que se logra es por el método del trabajo en equipo se pasa a una forma en que lo que se logra es asunto personal, en el que la "jefatura" va quedando en un macho que no quiere que el producto de su trabajo —el cultivo del campo— se vaya a enriquecer otros equipos genéticos que no hayan salido de su miembro reproductivo en combinación con una mujer "de su propiedad". Sustituye "cultivo del campo" por industria, patentes, comercios, barcos, aviones, etc.

Esa es la base de la tragedia humana de hoy; claro, ni duda alguna nos quede: también es la clave del "éxito" que como especie hemos logrado. Sabemos que somos el mamífero que más éxito ha tenido para poblar cada rincón del planeta. Este éxito no habría sido posible sin el cambio al método agrícola de producción.

Algunos dirán que "cómo me atrevo yo a llamarle 'éxito' al salvaje y desmedido crecimiento de la población". Pues lo siento pero, biológicamente, una población tiene éxito cuando puede sostenerse en grandes cantidades en su hábitat. Y esto es exactamente lo que ha logrado nuestra especie.

Sí, de acuerdo: está dañando el planeta; sí, lo sé. Pero también tiene la capacidad de darse cuenta de ese daño y de aplicar acciones para que el mal hecho vaya deteniéndose y revertiéndose. Hoy lo único que detiene el crecimiento de la población humana —además de lo "natural"— son las decisiones que en forma activa toman las comunidades.

Hay afirmaciones que son totalmente insostenibles y, sin embargo, se repiten hasta el cansancio todos los días, aunque la evidencia en lo contrario nos baña como manguerasos de agua helada en un caluroso día. "Es que los humanos somos monógamos por naturaleza". Por eso la pornografía es una industria que aporta más ingresos que las 5 cadenas de televisión norteamericanas, ¿verdad? ¡Gran lógica! "Es que se han perdido los valores." Detrás de una afirmación evidentemente falsa, viene otra aún más falsa. Y para muestra, más que un botón.

Después de la relación de sitios de buscadores, entre los cuales se encuentran todas las grandes empresas del mundo dando hoy este servicio, el sitio alexa.com nos muestra, hoy mayo 1 de 2011, como sitio # 46 entre centenas de millones de sitios, un sitio de vídeos pornográficos espontáneos mezclados con profesionales y semi- profesionales. Habría que analizar qué porcentaje de las búsquedas de los sitios "no porno" están dirigidas a encontrar fotos, historias o vídeos sexualmente explícitos.

A ese # 46 le siguen decenas de sitios que están entre los primeros 1000 del mundo, con centenas de miles de visitas diarias.

Los moralistas dicen que "toda la humanidad está equivocada". En la escuela marista decían que "los muchachos deberían jugar fútbol o básquetbol para quitarse el sexo de la mente". El problema es que el sexo no está en la mente por surgimiento espontáneo, sino que llega allí por baño interno de sustancias programadas dentro de la especie para que así funcionemos.

Somos una especie 100% erótica. No estoy enterado de algún tratamiento explícito para reducir o cancelar en forma definitiva, el interés en la sexualidad. Como ya sabemos que somos lo que comemos, es obvio que si alimentamos nuestros cuerpos con sustancias que no sirvan de catalizadores para la formación de hormonas, sino, al contrario, de obstructores a dicha producción, puede que se logren caracteres de monjes y monjas —cuya asexualidad en su vida diario me es muy dudosa, sobre todo en lo que a deseos o pensamientos constantes respecta.

"Son las tentaciones del demonio, que no descansa", continúan los moralistas. ¿Sí, de verdad, puede parecerles seria esa afirmación?

En más de una ocasión los hallazgos hechos por antropólogos fueron acallados por los comités universitarios encargados de encontrarles fondos para sus investigaciones. Era imposible continuar contando con fondos si los resultados de las investigaciones estaban resultando en traer datos que echaban por tierra la falsa hipótesis de que "somos una especia monogámica en forma natural".

La monogamia es algo que adoptamos culturalmente. Tanto las mujeres como los hombres están, constantemente, teniendo recuerdos internos de que no son monógamos o formadores de parejas de 1 hombre con 1 mujer. La monogamia es una conveniencia cultural, con su origen en el cambio que se introduce en la vida humana al innovar el método agrícola para vivir.

Si no entendemos ese salto, estamos hechos bolas, confundidos. Y en la medida en que continuemos así, estaremos empujando a nuestra especie a tratar de desenvolverse "suavemente" en una forma en que no es la que responde a su estructura biológica y a las sustancias químicas que en forma natural bañan, desde dentro, todos los cuerpos humanos vivos.

Así, también, empujando las cosas a favor de lo que es "negocio", hemos diseñado sustancias que actúan para amplificar la orden corporal interna de la excitación, que en el caso de los varoncitos produce erecciones en personas de edad avanzada, situación que quizás jamás fue necesaria ni antes ni durante los primeros siglos de agricultura, dado que la expectativa de vida estaba muy por debajo de lo que está hoy. En pocas palabras, los varoncitos copulando a edad avanzada es el resultado de la tecnología, lo mismo que el sexo sin consecuencias reproductivas. En ambos casos los cuerpos sujetos a esos tratamientos tienen sus peligros. Pero allí vamos, llenos de contradicciones.

El país que guarda dentro de sí la sociedad más hipócrita en la historia probablemente sea Norteamérica. A diestra y siniestra, en forma abierta, proclaman los valores del orden en la vida sexual: 1 hombrea para 1 mujer para toda la vida. Todos los días las estadísticas destruyen y dejan en pedacitos la posibilidad de que esos valores se cumplan.

Lo peor del caso es que todo el funcionamiento del sistema, empezando por su necesidad de generar negocios que reditúen utilidad, está basado en exaltar constantemente la no monogámica naturaleza del ser humano. En una sociedad con ese nivel de contradicción constante, ¿cómo puede alguien esperar que la gente en general goce de salud mental?

En México las cosas son aún más complicadas. Quizás seamos menos hipócritas, dado que todos los días hay gente progresista que empuja por leyes acordes con la conducta humana observable. Un ejemplo es el código penal de Yucatán: no hay un solo renglón en todo el código que considere como un delito una transacción comercial entre dos adultos para sostener relaciones sexuales. Es obvio que cualquier adulto casado que sostiene relaciones con otra persona, está cometiendo "adulterio". Parece ser que este ya ni siquiera es causal de divorcio.

Esa actitud progresista, que autoridades electas de corte supuestamente tradicionalista —como los panistas— han respetado, contrasta con la hipocresía de las leyes de los Estados Unidos, en donde no es raro encontrar tipificación de delitos sexuales que se cometen, supuestamente, con el consentimiento de dos (o más) adultos. Conforme avancen sus sistemas tecnológicos, ¿irrumpirán en las alcobas privadas para hacer cumplir esas anti humanas leyes? Y sin embargo, son los Estados Unidos los mayores productores de la más grotesca pornografía en toda la historia de la humanidad.

El origen de toda esta hipocresía "universal" se encuentra, por desgracia, en la sacralización de las costumbres sexuales permitidas por la "moral y las buenas costumbres". Durante siglos fueron los hombres y mujeres dedicados a la teología —ciencia que no tiene que probar nada empíricamente— los encargados de diseminar entre las sociedades —todas ellas sostenidas por la agricultura— la creencia de que las órdenes de uno más dioses eran congruentes con la naturaleza. Y de allí se siguieron para promulgar la instrucción de la monogamia y de la condenación del erotismo, como valores ordenados por los dioses creadores mismos.

A algunas personas les parecería una total contradicción cósmica el que deidades existan que generan la existencia de una especie con todos los mecanismos biológicos para comportarse y actuar en una forma específica muy erótica en tanto que les envían, en forma por demás confusa y llena de contradicciones, leyes en los libros sagrados que en forma radical contradicen el "diseño" biológico, supuestamente también generado por esos mismos dioses —uno o más de uno. En la tierra protestamos cuando el poder de los políticos se usa a favor de intereses particulares que no van en beneficio de toda la sociedad. ¿Contra quién protestamos en el caso de esos "libros sagrados" que se van en contra de lo más importante que puede tener el ser humano vivo que es felicidad biológicamente saludable?

Por allá hay dos libros muy interesantes: The Dawn of Sex (y algo más que le sigue al título) y otro titulado The Ethical Slut. No está de más hacer algunas búsquedas de estos libros en Internet. Puede ser que encuentren las ediciones en español. Por parte de quien esto escribe, comunico haber leído solo la parte introductoria de ambos libros. Sin embargo, en ambos casos todo parece indicar que hallazgos de la ciencia seria van con lo que aquí estamos comunicando.

No olvides dejar tus comentarios y ojalá que sean del tipo "argumentos sostenidos por evidencia empírica soportada por la ciencia". Así evitaríamos discusiones sobre cuál autoridad tiene razón.

(Continuará en otras entregas...)

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