Factibilidad de la tercera revolución

Honestamente, el que esto escribe no sabe a ciencia cierta cuáles son los límites que la física y la química pueden tener con respecto a la manipulación de las partículas de la materia.

Nuestro mundo del siglo 21 se jacta de haber logrado grande avances científicos y tecnológicos. Y en paralelo a esta jactancia, de inmediato viene la lamentación. Ésta es por la condición humana que aún se mantiene. A nadie le gusta ver tantos contrastes entre los que todo tienen y los que nada poseen. Generalmente estas observaciones y consecuentes preocupaciones, surgen entre los que se encuentran en las llamadas "clases medias". Son los que están "en medio" de los que poseen grandes poderes y los que no poseen nada en absoluto además del cuerpo vivo en que se mueven.

De las clases medias surgen los políticos que venden la idea de cambiar todo, para hacer lo que llaman "justicia social". En el fondo, la idea de la justicia social nace de ver que algunos tienen en demasía, unos cuantos (los de en medio) tienen lo necesario y un poquito más o menos, y finalmente, los "de abajo" no tienen nada, excepto el cuerpo en el que viven. Esto lo repiten y lo vuelven a repetir. Así empiezan todos sus discursos. Luego sugieren que como las cosas están, "algo está mal". Y ellos, entonces, tratan de convencer a sus auditorios que "traen la solución", el cambio definitivo, el punto en que las cosas serán totalmente diferentes.

Las promesas se dan día a día, mes a mes, año tras año, década tras década, siglo tras siglo. Y el cambio no llega.

Éste es el tema del blog: el cambio que no llega. Y el autor del blog, o sea, yo, tu servidor, sostiene que el cambio sólo llegará si continúa el avance tecnológico hasta cierto punto en el cual los objetos usados por los seres humanos serán obtenidos sólo con la energía personal de los mismos beneficiarios de los objetos requeridos.

Es decir que, si tú necesitas una pastilla de jabón, la pastilla que tú usarás no contendrá energía alguna que no provenga de ti mismo y del sol o de las aguas en movimiento o del magnetismo del planeta. Y si tú necesitas un pedazo de queso, éste sólo contendrá tu energía personal, además de la del sol o del agua o del viento. Lo mismo sucederá con la botella de vino que beberás para disfrutar junto a tus amigos y amigas una puesta de sol o una fresca noche de primavera: será una botella de vino dentro de la cual sólo se habrá invertido tu energía personal (muy poca, por cierto), la energía solar, la del agua, la de los vientos o alguna otra forma que hoy no conocemos.

Dicho lo anterior, te he logrado confundir. Espero que conforme continúes leyendo, se vaya aclarando la idea. Vamos a ver el lado contrario: la realidad hoy.

Si tú vas a una tienda y compras una pastilla de jabón, entregas unos billetes que te dieron a ti porque tú hiciste algo por otros (en una oficina, una fábrica, etc.) A cambio de esos papeles, te entregan una sólida pastilla de jabón que contiene trabajo o energía de otros seres humanos que jamás usarán esa pastilla de jabón. La energía humana final es la del ser que la colocó en el anaquel de donde la tomaste. Y claro, hay otra energía humana ajena a tu necesidad del jabón: la de la persona que tiene que estar siempre pendiente de que entregues los billetes a cambio de la entrega de la pastilla de jabón. Ninguna de todas esas personas disfrutará jamás la pastilla de jabón que tú usarás.

Pues bien, lo que este bloguista sugiere es que ninguna persona humana, además del que gozará de la pastilla de jabón, invierta un solo gramo de energía en dicha pastilla. Esto, obviamente, no es ni remotamente posible el día de hoy. Nuestra tecnología se basta en la división del trabajo. Unos hace unas cosas, otros hacen otras cosas. A todos se les paga con dinero. Luego ese dinero se usa como un certificado de derecho al disfrute de N unidades monetarias de lo que sea que se requiera.

Y aquí surgen los problemas iniciales: ¿será justo el monto de billetes que te entregan por lo que haces? ¿No será que a otros, por menor esfuerzo, les dan más billetes? ¿No será que a otros, por mayor esfuerzo, les dan menos billetes? ¡Ah, hay posibilidad de desigualdad, de injusticia! ¡Qué venga la revolución!

¿Se dan cuenta? Digo, ¡es obvio! Desde que usemos lo que otros hacen, habrá problemas políticos.

Miren, por eso en el primer blog de esta serie hablamos de la condición antes de la primera revolución. En esa condición se daba exactamente lo que queremos que vuevla a darse: que cada quien se provea directamente a sí mismo de lo que requiera, desee o necesite.

La única diferencia al regresar a esa forma de relación entre los seres humanos es el nivel tecnológico que habremos de haber logrado, si es que no queremos matarnos entre nosotros por millones. A ver, ¿por qué digo esto? Sencillo: la cantidad de gente que hoy somos (6.5 millardos) no puede sostenerse con el nivel tecnológico del principio. Requiere, para existir, una tecnología muy compleja.

Pero resulta que la que hoy tenemos, para darles el nivel de vida a los 6.5 millardos semejante al nivel que hoy "disfrutan" unos 1.3 millardos, ¡necesitaríamos 3 planetas como la tierra completitos para nuestra especie solita! Por lo tanto, los "justicieros sociales" están lanzando promesas imposibles de cumplir sin causar un gran deterioro al planeta o hacer que millardos de seres retrocedan.

 

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