Sexo seguro, ¿lo ideal para evitar embarazos no deseados?

Se oye por todos lados la afirmación de que "todo es relativo". Creo que la ética no es relativa. Se trata de algo totalmente absoluto. No nos vamos a detener en las nimiedades culturales: que si en China debes comer con la boca abierta, que en occidente, no ¿cuál es lo bueno? Obvio: son nimiedades relativas a cada lugar.

Hay cosas más serias que hacer o no hacer ruido con la boca al comer. Esa es la ética a la que me refiero como algo que no puede ser relativo. Necesariamente tiene que ser absoluto.

La tendencia en nuestra especie —la llamamos la humanidad— es a encontrar algo que llama derechos humanos universales. Son los que no son relativos al lugar y el tiempo, sino que deben ser vigentes siempre y los países del mundo, uno por uno, van firmando su acuerdo.

No existe uno solo de esos principio universales que diga si los matrimonios deben ser monógamos o polígamos o poliándricos (une mujer con varios hombres). Esto no se ha regulado. Lo que sí se dice por allí, en algún lado, es que todo humano tiene derecho a formar una familia —es decir, a reproducirse. El punto en este principio o derecho universal quizás sea el hecho de que nadie podrá dictaminar que alguien no se podrá reproducir por tener genes defectuosos —fisiológica o psicológicamente.

Entonces surgen las discusiones que no tienen fin. Y una de ellas es el asunto de los derechos de las mujeres —las hembras de la especie humana a diferencia de los machos— sobre sus cuerpos. Resulta que el cuerpo de una mujer es una fábrica de hacer gente. Algunas personas sostienen —en un extremo— que esa "fábrica" no les pertenece, sino que deben dejar que se forme en ellas lo que el destino dicte. Otras personas, en el otro "bando", afirman que la "fábrica" es totalmente propiedad exclusiva de quien la porta. Por lo tanto, esa esa "propietaria" de la fábrica la única que tiene derecho a determinar qué es lo que habrá de hacer con un ser que se esté formando dentro de ella.

Incluso el extremo que considera la fábrica "propiedad" de quien la lleva con sus fuerzas, está de acuerdo en que en el interior de dicha fábrica lo que se forma es un ser humano. También han decidido, por ejemplo, en el Distrito Federal de México, que solo podrá decidir —la dueña de la fábrica— deshacerse del humano en formación si este no ha llegado a 12 semanas. Pero antes de las 12 semanas, tiene libertad de expulsarlo, es decir, de negarse a continuar formándolo.

Aún así se trata de algo que no es universal.

En realidad un ser humano en formación puede verse desde 2 puntos de vista muy diferentes: 1) una persona en potencia —porque no lo es aún— o 2) una persona formada pero la cual solo no ha sido socializada. Algunos dirán que una "persona" solo lo es cuando es parte de un grupo, se identifica bajo un nombre, tiene amigos y conocidos, recibe información del mundo exterior y la asimila y combina. Los que están a favor de que las mujeres son dueñas exclusivas de sus fábricas de gente dirán que un feto a las 12 semanas aún no es ni siquiera una persona definida.

La realidad es que el DNA ya está formado pero no a la semana 12 u 11, sino al día 1, unos cuantos segundos después de que se comienzan a dividir la células que formarán la mórula y después el embrión, ya hay un programa que contiene todo lo necesario para dictar cuál es el camino que seguirán las células que se irán formando.

Entonces surge el argumento de la "persona social". No vales si solo eres un programa. Vales si ya eres un ser conocido, capaz de conocer, de actuar con los demás: de oírlos y de hablar con ellos. Es obvio que un humano en gestación no está aún capacitado para vivir afuera de la "fábrica". Algunos logran sobrevivir abandonando el ambiente de gestación mucho antes de los 270 días que se calcula debe durar una "gestación normal".

Realmente, la discusión no tiene fin. Se trata de un asunto de opinión. De que el ser es una vida, lo es. Solo en potencia, cierto. Pero está vivo y se convertirá en un ser humano.

Evitar embarazo si no hay plan de reproducción

La cuestión parece ser muy sencilla. Es una forma en la que no se le ofende a nadie, empezando por la mujer potencial portadora de un ser en gestación: que no se embarace.

Pero, ¿y el sexo? Aquí está el problema. En alguna forma los humanos hemos hecho de esto del embarazo un asunto de Estado. No es ni siquiera de la sociedad, sino del gobierno nacional, cualquiera que sea.

La forma perfecta de no embarazarse es jamás arriesgarse a que el peligroso líquido —el arrojado por el varón de la especie— se acerque a la zona en la cual se gestan los principios de la vida de un nuevo ser. El sexo —actividad llena de placer y de emociones muy delicadas— se convierte en un asunto casi necesario para que el ser humano viva en forma balanceada. ¿Se puede disfrutar del placer sexual sin el peligro del embarazo?

Todo parece indicar que sí. Por lo tanto, una mujer o un hombre, jóvenes —adolescentes— que se encuentran ya en plena producción hormonal —de la que estimula para que el sexo surja— deben estar, al mismo tiempo, totalmente preparados para el acto sexual sin peligro de embarazo.

Los embarazos no deseados son el resultado de actos sexuales espontáneos. Muchas más veces de las que uno puede imaginarse, son producto de momentos de pasión o de desesperación momentánea; se trata de instantes de la vida entre dos seres sexuados durante los cuales el programa normal de la biología humana se desarrolla y cumple su función.

El problema es que el cumplimiento espontáneo del programa natural de la biología humana no es compatible con el programa cultural de la vida humana.. Las sociedades humanas en las que se desarrolla la vida hoy —2011— prácticamente en todo el planeta Tierra, tienen mecanismos muy complejos para resolver el asunto de la reproducción. Si es así la cosa, ¿por qué no hemos decidido preparar a hombres y mujeres con la información exacta de que el líquido socialmente más peligroso es el que expulsa el macho de la especie durante el sexo?

Probablemente ya se haya hecho. La promoción del uso del condón sería precisamente parte de ese esfuerzo. Pero todos comentan —ambos géneros— que no es lo mejor... Es decir, el sexo sin condón es, "mucho mejor". ¿No es esa la opinión generalizada en ambos géneros?

Son precisamente las personas que dicen que los embarazos no deben interrumpirse las que proclaman que no debe promoverse el uso del condón. Es decir, de nuevo nos encontramos con 2 tendencias francamente encontradas, opuestas una a la otra, aparentemente, ¡irreconciliables!

Por un lado están los que dicen que el sexo es un derecho y, por el otro lado, se encuentran los que dicen que el sexo no es un derecho sino un asunto que debe reservarse para cuando exista un control absoluto de las personas que participarán en él: que hayan sido sancionados por la sociedad, mediante un compromiso —el que los hace responsables de la prole que engendren.

Para evitar el asunto de la polémica de los abortos, es absolutamente necesario terminar con la necesidad de ellos. Si todos estamos de acuerdo en que no deben darse embarazos no deseados, entonces todos debemos estar de acuerdo en que es necesario evitarlos y que esto solo puede hacerse con seguridad si los jóvenes en edad de tener sexo están siempre preparados para que cuando llegue el momento, el acto sea seguro.

¡Ah, pero aún no se ha terminado aquí el problema! Porque hay también dos bandos con respecto al tema: 1) los que sí creen en el derecho general del ser humano a disfrutar del placer sexual y 2) los que creen que es mejor educar al ser humano para que pueda abstenerse de tener sexo el mayor tiempo posible —incluso para siempre en la vida: votos de castidad, celibato, etc.

En este caso habría que se congruentes: si no nos gusta que los embarazos sean interrumpidos, debemos crear las condiciones —desde el principio de la vida hormonal activa— para que el sexo que se dé —la sociedad no puede controlar a los jóvenes 24 horas del día— sea siempre sexo seguro.

Pero a veces la lógica de los hechos compatibles con la biología no tiene nada qué ver con la lógica de la magia que el ser humano desarrolla —complicando todo— con ese gran cerebro que porta.

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