Desperdicio, costosa e irresponsable actitud de vida

Lo estamos haciendo todos los días, así vivimos y creemos que está bien. Pero no está bien para nada: estamos viviendo en el desperdicio.

El agua

Nos hemos acostumbrado a desperdiciar todo. El agua encabeza la lista. La desperdiciamos en las instalaciones de nuestros baños. Dejamos que los inodoros fallen y no exigimos piezas adecuadas para impedir esa pérdida constante. Nos bañamos y dejamos que el agua corra mucho más tiempo y en mayor cantidad que la necesaria, en vez del proceso correcto: mojarnos el cuerpo, enjabonarnos, dejarnos el jabón unos minutos —para que la gravedad haga su trabajo de despegarnos lo que podría ser "mugre" adherida— y finalmente, nos enjuagamos el cuerpo justo lo necesario para quitarnos cualquier residuo de jabón. Además, desperdiciamos jabón al usarlo mientras está cayendo el agua sobre nosotros.

Desperdiciamos agua cuando regamos calle, jardines y lavamos automóviles como si movilizar el agua para que nos llegue fuera un asunto sencillo y sin costo.

Incluso el agua potable, tratada para nuestra ingestión, la dejamos en los vasos y luego la tiramos. Incluso lo hacemos con los hielos.

El gas

Una gran cantidad de la comida que preparamos es terriblemente ineficiente en el consumo de la energía. Un ejemplo mexicano grave es la tortilla. Usamos litros de gas con una eficiencia menor de 2o% para mantener esa pieza de alimento que heredamos de los ancestros mexicanos, incluso antes de que los europeos llegaran a tierras de América.

Un grave desperdicio de gas provocamos cuando nos bañamos. Los calentadores están graduados para que el agua esté mucho más caliente de lo que necesitamos. Entonces la mezclamos con agua fría hasta lograr la "temperatura ideal". ¿Qué deberíamos hacer? Es un simple dictado de la lógica más elemental: calentar el agua al nivel que usaremos, ni más ni menos. Hoy los calentadores de paso existen de 2 tipos: los que calientan más o menos según la cantidad de agua que pase —o sea que están usando la misma cantidad de gas, para diferentes temperaturas— o los que gradúan la flama del gas para que la temperatura sea de un nivel fijo especificado. En ambos casos la idea es que con la cantidad adecuada de agua fluyendo, la cantidad de gas que se use sea la exacta para que el baño se pueda disfrutar y además sea eficiente.

La electricidad

Para generarla se necesita de todo: agua corriente, gas, fisión nuclear, combustibles renovables, combustibles no renovables como diesel y gasolina y los renovables, aire y/o sol.

Es incuestionable el hecho de que solo la energía eléctrica que se genera por medios no destructivos —sol, aire y agua corriente— es la que deberíamos estar usando. Todas las otras formas de producir energía eléctrica resultan , a la larga, más costosas que lo que generan.

Y a pesar de saber esto en detalle, no tenemos el mínimo recato en cuidar el consumo. En México, el costo de producción y distribución de la energía eléctrica es inmensamente grande debido a la gran cantidad de familias que debe vivir de su comercialización. Pero el costo es aquí un factor con ingredientes políticos. Quitando ese ingrediente, quedamos nosotros, los consumidores, con la grave responsabilidad de hacer un uso racional, cuidadoso, responsable, de la energía eléctrica.

  1. Debemos cuidar en todo momento que los aparatos que consumen energía eléctrica, no estén encendidos cuando no los estemos usando. El televisor, por ejemplo, no es para dormir, sino para ver cuando uno está despierto.
  2. Los aires acondicionados solo deben usarse para refrescar las habitaciones y luego mantener el aire natural circulando con abanicos, que son mucho más eficientes para generar bienestar en un clima caluroso.
  3. Cuando el clima en el interior de una casa u oficina debe mantenerse a ciertos niveles, es necesario cuidar, en todo momento, que el interior esté debidamente aislado del exterior. En esta forma el proceso para acondicionar el ambiente será mucho menos costoso, es decir, más eficiente en cuanto a consumo de energía.

Gasolina de automóviles

El automóvil ha cambiado la vida de millones de personas. Pero el uso de este medio de movimiento ha sido objeto de una gran cantidad de combusitble no renovable, quemado para siempre con una muy baja eficiencia en el beneficio obtenido para la humanidad como grupo.

Los automóviles están diseñados para transportar muchas más personas de las que normalmente conducen. Pero además de ese bajo uso, los automóviles deben transportar su propio peso para el cual también se está quemando combustible.

Son vehículos diseñados para transitar a velocidades a las cuales el aire representa una resistencia que, para vencer, es necesario quemar aún más combustible. La mayor eficiencia del combustible se da cuando el automóvil es usado por tantos pasajeros como le caben y a una velocidad en la que la resistencia del aire es balanceada. El mejor nivel depende de 3 factores: velocidad del aire en contra de la dirección del vehículo, forma aerodinámica del vehículo y velocidad a la que se mueve.

Aviones

Es cierto que transportan grandes cantidades de personas en muy poco tiempo desde puntos muy alejados del planeta. Aparentemente son de una gran eficiencia. Sin embargo, la cantidad de combustible no renovable que queman es tal, que cada día el costo de usarlos es mayor.

Conforme la cantidad de gente descontenta —con la condición humana y el balance de fuerzas políticas— ha aumentado, los costos necesarios para impedir que los aviones sean usados como símbolos para ejecutar chantajes políticos nacionales o internacionales, ha hecho que volar en ellos sea engorroso y molesto aún dentro de un mismo territorio nacional.

La mayor parte del combustible que usan los aviones es para vencer la resistencia del aire. El consumo de combustible es mayor cuando deben tomar altura para llegar al nivel en el que el aire ofrecerá la mínima resistencia. Un descenso correctamente planeado debe significar un gran ahorro de combustible: se usará la combinación de aire más gravedad, para avanzar hacia su meta final.

Sin embargo, cualquier eficiencia que el avión pueda ofrecer como transporte, queda terriblemente anulada por la inacabable cantidad de obstáculos que deben vencerse antes de llegar a la puerta de un avión que está próximo a comenzar el trayecto que uno requiere recorrer. Solo es necesario imaginarse la cantidad de servicios funcionando —y consumiendo más energía— en torno a los aeropuertos.

Alimentos

Comer pasó de ser una necesidad para convertirse en un acto social o una ceremonia privada o pública de placer al paladar. Las personas comen cantidades de comida mucho mayores de las que necesitan y lo hacen para disfrutar el placer del sabor.

El resultado promedio de esta costumbre ha sido la proliferación de las personas obesas. Eso ha hecho que, además de la gran cantidad de energía que se requiere para producir la comida, se deba invertir otra importante cantidad de energía y de recursos sociales, para atender los problemas de salud que el exceso de comida está provocando en la gente.

La solución: racionalidad en la organización de la vida

Si la humanidad en forma conjunta razonara cuidadosamente sus procesos de vida cotidiana, el panorama podría cambiar en forma radical —totalmente a favor de una mejor calidad de vida— para todos.

Sin libertad no se habría podido lograr el alto nivel de tecnología disponible hoy. Una gran cantidad de esta tecnología es innecesaria para la vida gracias a las más nuevas tecnologías. Por ejemplo, el caos del transporte podría evitarse si los centros de trabajo hicieran uso de la conectividad que ahora tienen a su disposición para que las personas, en vez de acudir a los centros de trabajo —con el consecuente consumo de energía al transportarse, además del acondiconamiento del ambiente de trabajo— hagan una buena parte de su trabajo (la mayoría en muchos más casos que los imaginables) en sus casas en los lugares desde los cuales deseen hacerlo para trabajar con más eficiencia.

Un ejemplo claro son los medios de información. Para que estos funcionen, los reporteros y los editorialistas deben trabajar en donde esté la noticia o los hechos que habrán de informar. El transporte hacia algún centro de trabajo es completamente obsoleto, inútil, improductivo, irracional y causante de elevación de costos solo de desperdicio. Dicen que el ser humano es un animal de costumbres, y el dicho es exacto. Los animales alejados del humano en la escala evolutiva se caracterizarán porque, en tanto más alejados están, responden más a los instintos que a las costumbres. Es la costumbre de aglomerar a todos en los centros de trabajo la que se siente difícil de romper, a pesar de que todos los indicadores apuntan a que eso no solo ya es posible, sino que incrementaría la cantidad y calidad de aquello para lo que existe un medio informativo: reportar sucesos de todos los días en su localidad o región.

Ahorro = aumento de calidad de vida

Usando menos recursos energéticos de los que hoy consumimos, bajaríamos el costo que ahora tiene nuestro "estilo de vida". La calidad de este estaría basada más en la paz y tranquilidad cotidiana que en la capacidad de consumo de grandes cantidades de cosas que, finalmente, se convierten en objetos obsoletos, subutilizados, almacenados en lugares en los que envejecerán hasta ser totalmente inservibles.

Consumiendo menor cantidad de comida —mucha menos comida— podríamos tener ahorros sustanciales en muchos renglones. Quizás nuestros refrigeradores podrían ser más pequeños y, por lo tanto, consumirían menores cantidades de energía eléctrica, además de que dejaríamos de guardar alimentos que solo se echarán a perder antes de que dejen de ocupar un espacio consumidor de enfriamiento.

Comer menos haría que mejore nuestra salud y nuestra figura física. El costo en salud sería menor. Por lo tanto, el costo de atención médica universal sería más bajo.

Posibilidades en nuestras manos

Para mejorar nuestra condición de vida como especie, los humanos no le tenemos que pedir permiso a ningún dios. De estar allí ellos, nos premiarán seguramente por haber aprendido, finalmente, a hacer bien las cosas. Es obvio que, como colofón, la mejora de nuestra condición de vida llegaría a más tiempo libre: ¡el trabajo podría distribuirse en forma más racional! Entonces a cada uno le quedaría más tiempo libre al día —muchas más horas que las entregadas. O bien, aún mejor, cada quien tendría más días libres a la semana.

El asunto está aún comenzando a ser planteado. Pero es algo que está en nuestras manos. Cambiar la forma de vivir es un asunto que solo nos incumbe a nosotros como especie. En tanto más tardemos en hacerlo, más tiempo de calidad nos estamos negando a nosotros mismos y a nuestros descendientes.

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