La confusión va ganando terreno

La confusión gana terreno a nivel nacional. La última encuesta Gea-Isa ha mostrado un panorama de desolación y de total falta de lógica. Los mexicanos ahora prefieren al PRI en 32%. De cada 100 ciudadanos de 18 años o más de edad, con credencial de elector que usted vea caminando por la calle, 32 de ellos desean que el próximo congreso tenga diputados del PRI. Sólo 28 de cada 100 desean que los diputados sean del PAN. Del PRD unos 12 de cada 100 lo piden. 30 de cada 100 no saben o no quieren decir qué es lo que realmente desean.

¿Qué lógica tiene este tipo de respuestas?

El presidente Calderón es del PAN. Todas las propuestas que le ha hecho al congreso han sido finalmente autorizadas, aprobadas: se han convertido en ley. La última fue la reforma energética, calificada de tibia por muchos y de privatizadora por unos cuantos. En un momento dado las encuestas indicaban que un poco más de la mitad de los mexicanos no querían la reforma. Ese deseo negativo sólo puede ser producto de falta de información o de posesión de información falsa. Un ciudadano bien informado habría solicitado a gritos que pasara la reforma lo antes posible.

Para que el presidente Calderón tenga el respaldo de los diputados del PRI en sus propuestas —los del PAN, sin otra bancada agregada, no pueden pasar o aprobar leyes— tiene que doblegarse, intercambiar favores. Todas esas aprobaciones tienen costos políticos. Quizás uno de ellos fue la entrega del gobierno del estado de Yucatán a quienes hoy tan "maravillosamente bien" lo han manejado...

La gente que desea un congreso con mayoría priísta, desea ver a un presidente Calderón atado de manos y de pies, incapacitado para hacer las cosas, o bien, con la posibilidad de modificar leyes o introducir nuevas pero sólo a cambio de quién sabe qué favores al priísmo.

¿Y México, en dónde queda? Es necesario tener confianza. Algunos —63% de los mexicanos— creen que Felipe Calderón actúa de buena fe, con buenas intenciones, que es un buen presidente, que es un buen ser humano. Entonces, pues, ¿por qué si 63 de cada 100 mexicanos tienen esa confianza en el presidente, no le facilitan las cosas dándole un congreso de gente de su partido?

Sabemos que entre los panistas aprobar una ley no es asunto tan automático como lo es dentro del PRI. A lo largo de la historia, las votaciones en el congreso han tenido más divisiones entre los panistas que entre los priístas. Por lo tanto, la lógica ¿no nos indica que es más seguro entregarle confianza al PAN que insistir en mantener el congreso dividido?

Cuando los norteamericanos ya no soportaban a Bush —ha llegado a los niveles más bajos de aprobación o confianza con menos de 30%— le cambiaron el congreso y éste comenzó a tener mayoría demócrata —el partido contrario a Bush. Sin embargo, a Barack Obama los electores le entregaron un paquete con gran confianza: le dieron un congreso abrumadoramente mayoritario demócrata. Esto le dará una gran libertad a Obama; libertad que se le ha entregado porque se le tiene confianza, el elemento más importante para el progreso de una nación.

En México, la medición de la confianza hacia el presidente Calderón nos arroja arriba de 63%. Entonces, pues, ¿por qué esos mismos que le tienen confianza como presidente deciden darle un mayor apoyo a los diputados del PRI en el congreso?

Nos queda un residuo de esperanza: ese 30% que no declaró su preferencia electoral. ¿Estará esperando más información? Esperemos que ésta que aquí colocamos le llegue a algunos, más que nada para demostrarles a los mexicanos que cuando hay confianza, todas las cosas mejoran.

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